Alrededor
de este eje trinitario se dinamizan nuestra identidad
y nuestra finalidad. El sentido que encontramos y damos
a nuestro ser y quehacer. En otras palabras, la vocación
y el envío. Entrar en la vida de Dios y consagrarse
totalmente a Dios, es abrazar la fuerza del Dios de
la Misión, del Dios que llama y envía
para colaborar en su obra, el Ministerio de la educación
cristiana de los hijos de los artesanos y pobres. Pero
este eje trinitario se complementa y se enriquece con
el siguiente eje: el discipulado de Jesús. Elegidos
como discípulos para re-presentar la obra liberadora
del Padre actualizada en Jesucristo, único Mediador.